miércoles, diciembre 05, 2007

La triste historia de un hippie bastante feo

Esta es la historia de un hippie, es una historia que tiene como protagonista a uno de los tantos hippies que habitaron el mundo allá por el ’60. Pero el relato no esta centrado en uno de esos hippies comunes y corrientes, esta historia es acerca de un hippie feo, un hippie bastante feo.
Este hippie al que vamos a llamar Ernesto, que no es su nombre pero me parece mucho más simpático que llamarlo John o Mark.
Bueno, Ernesto era muy feo, era desagradable verlo. Pero su fealdad no era una fealdad identificable, uno no podría decir que hoy en día con una cirugía se podría solucionar su problema; la de Ernesto era una fealdad generalizada, uno lo hallaba feo en la redondez de su cara, la asimetría de su pelo, la desproporción de su torso y otros muchos defectos que uno podía encontrar a segunda vista, no a primera porque uno quedaba medio shockeado al verlo por primera vez.
Este sujeto Ernesto sufrió toda la vida esa mala suerte genética. Pero cuando llegó a una edad suficiente como para asumir que era antiestético, decidió hacer algo para intentar esconder su deformidad. Ernesto se hizo hippie, pero no se hizo hippie porque creía en que era mejor vivir en un mundo de paz y de libre albedrío.
Ernesto se hizo hippie porque creía que al adoptar ese nuevo look podría esconder algunos aspectos de su desagradable persona. Ernesto creía que con la barba, el pelo largo, las vinchas, los grandes anteojos y principalmente estar en contanto con personas completamente drogadas, podría de alguna manera esconder su fealdad. Pero Ernesto no se hizo tan solo hippie por lo anterior, creía que con el libre amor, con la liberación sexual, él podría finalmente ponerla.
Nuestro frustrado Ernesto pensaba que al hacerse hippie podría finalmente perder la virginidad, pagarle a alguien para hacer el amor no era digno, pero rodearse de gente constantemente drogada era la manera ideal de consumir su primer acto sexual.
En un principio no tuvo suerte, si bien había adoptado una forma de vestimenta y de comportamiento que podía camuflar un poco su desproporción, a la hora de quedar desnudos, las mujeres huían desesperadas, aterradas con la idea de llegar a tener un hijo que pudiera heredar la deformidad de el pobre Ernesto.
Ernesto pasó varios años sin conseguir lo que tanto ansiaba, hasta estaba considerando enlistarse en el ejercito. Él pensaba tal vez en la batalla sufriría una heroica mutilación que lo convirtiera un prócer nacional y ocultase un poco su fealdad bajo algunas épicas quemaduras y de esta manera conseguirse una linda enfermera para formar una familia. Ernesto estaba a punto de anotarse en el ejército para ir en busca de la gloria y de un afortunado accidente. Pero justo antes de poner su firma, nuestro protagonista se enteró de un suceso científico que podría finalmente cambiarle la suerte: el invento de la pastilla anticonceptiva. El milagroso invento que permitiría a las mujeres despreocuparse por tener un hijo que pudiera llegar a ser tan feo como su desafortunado padre.